Hoy en día, si se mira alrededor, uno puede darse cuenta de todo lo que
influye el teléfono móvil en nuestra vida cotidiana. Hace diez años solamente
los adultos y adolescentes ya mayores eran portadores de un móvil y hoy, en
cambio, parece que los regalan con los cereales. En mi opinión, está bien el
hecho de que esta tecnología se esté extendiendo cada vez más por las múltiples
ventajas que nos ofrece, pero lo cierto es que la usamos más de lo necesario.
Lo curioso no es solo el cambio de generación que da uso a los móviles,
sino el cambio de la finalidad del dispositivo. Antes si se preguntaba para qué
servía un móvil, lo lógico sería que la respuesta fuera “para llamar”, hoy en
día, esa es la última de las funciones que se tienen en cuenta.
Los móviles prácticamente son como ordenadores de bolsillo, ya que
sirven para ver películas, escuchar música, navegar por internet… Pero para lo
que más se utiliza es para estar conectados unos con otros a través de
distintas redes sociales (twitter, whatsapp…). Lo cierto es que estar
conectados de esta manera tan cómoda y gratuita es muy divertido y a la vez
útil, pero hoy en día se ha llegado al extremo y resulta hasta adictivo.
La verdad es que está bien tener la oportunidad
de estar comunicados los unos con los otros, pero lo que no está bien es la
manera en la que usamos esta tecnología. Deberíamos empezar a teclear menos y
salir más.
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