domingo, 23 de marzo de 2014

La necesidad continua de estar comunicados e informados


Hoy en día, si se mira alrededor, uno puede darse cuenta de todo lo que influye el teléfono móvil en nuestra vida cotidiana. Hace diez años solamente los adultos y adolescentes ya mayores eran portadores de un móvil y hoy, en cambio, parece que los regalan con los cereales. En mi opinión, está bien el hecho de que esta tecnología se esté extendiendo cada vez más por las múltiples ventajas que nos ofrece, pero lo cierto es que la usamos más de lo necesario.

Lo curioso no es solo el cambio de generación que da uso a los móviles, sino el cambio de la finalidad del dispositivo. Antes si se preguntaba para qué servía un móvil, lo lógico sería que la respuesta fuera “para llamar”, hoy en día, esa es la última de las funciones que se tienen en cuenta.

Los móviles prácticamente son como ordenadores de bolsillo, ya que sirven para ver películas, escuchar música, navegar por internet… Pero para lo que más se utiliza es para estar conectados unos con otros a través de distintas redes sociales (twitter, whatsapp…). Lo cierto es que estar conectados de esta manera tan cómoda y gratuita es muy divertido y a la vez útil, pero hoy en día se ha llegado al extremo y resulta hasta adictivo.

Por culpa de estos inventos, la gente (sobre todo los más jóvenes) ha cogido la costumbre de cenar junto al móvil, dormir con él, llevarlo a clase… Ya es hasta común que cuando alguien queda con los amigos esté, como mínimo uno, utilizando el móvil para enviar mensajes. Por culpa de esto muchos están dejando de lado otros asuntos más importantes (los  estudios, en el caso de los adolescentes) para contestar a los cientos de mensajes diarios que recibimos o para enterarse de hasta el último detalle de lo que hicieron tus amigos mientras no estabas.

La verdad es que está bien tener la oportunidad de estar comunicados los unos con los otros, pero lo que no está bien es la manera en la que usamos esta tecnología. Deberíamos empezar a teclear menos y salir más.

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